Días atrás, mientras viajaba en subte al trabajo, encontré sobre el asiento desocupado una revista cuya tapa anunciaba "Relatos inspiradores que siempre quiso volver a leer". El título logró captar mi atención y no pude resistir la idea de indagar su contenido.
Casi al final encontré un artículo que me llamó mucho la atención, "La batalla del bolígrafo", yo que sigo defendiendo la belleza de la escritura sobre papel, me sumergí en su contenido.
"Según la leyenda, Ladislao Biro, estaba sentado en un café de Budapest cuando vio a un grupo de chicos jugando a las bolitas. Uno de ellos hizo rodar una bolita por un charco y, mientras la esfera continuaba avanzando a lo largo de la vereda, Biro quedó mirando fijamente la línea de agua que dejaba a su paso.
El bolígrafo salvó la vida de Biro. En 1938 conoció al ex presidente argentino Agustín P. Justo en un hotel. Impactado por el instrumento presentado por Biro, Justo le dio su tarjeta y le dijo que fuera a la Argentina. Dos años más tarde, mientras Alemania conquistaba Europa, esa tarjeta ayudó a que la familia de Biro pudiera obtener visas argentinas.
En 1945, Biro vendió la patente a Marcel Bich, fundador de Societé Bic . Con el tiempo Bic se convertiría en el fabricante de bolígrafos más grande del mundo: desde 1950 se han vendido más de cien millones de bolígrafos Bic Cristal.
El bolígrafo Cristal, una verdadera proeza de la ingeniería en aquel entonces, pesaba menos de 6 gramos pero almacenaba en su interior suficiente tinta para escribir hasta tres kilómetros. El orificio que había en el tanque tenía un propósito: igualar la presión del aire dentro y fuera del tanque.
Brad Dowdy decía: Todos conocen el diseño, aunque no sepan el nombre de la lapicera. También menciona otros dos desarrollos clave en materia de diseño de lapiceras. La Fisher Space Pen, lanzada en 1965, que cuenta con cartuchos de tinta presurizados que permiten escribir con gravedad cero, debajo del agua, en cualquier ángulo y en una amplia variedad de temperaturas. La lapicera Uniball Jetstream, con punta de bolígrafo donde su tinta fluye en forma pareja y más prolija. Es resistente al agua y muy popular entre los zurdos, ya que la tinta se seca tan rápido que es muy poco probable que se corra."
Ladislao Biro nació en Hungría, luego de combatir en la Primera Guerra Mundial, regresó a su casa. Estudió medicina, se convirtió en un experto en hipnosis, escultor y pintor, también analista político y corrector literario. Trabajó para una revista y, en este lugar, detestaba las lapiceras fuente porque no eran adecuadas para escribir sobre papel de diario. Junto a su hermano Georg, se dispuso a desarrollar un producto más efectivo. En 1939, los hermanos partieron a París y quedaron atrapados en el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Ladislao logró salir en 1940 y llegar a Buenos Aires.
Después de varios intentos por lograr el prototipo deseado, en 1943 uno de los bolígrafos llegó por correo a la oficina de J.C.Musser, presidente de Eberhard Faber, quien luego de probarlo se lo entregó a sus ingenieros y para el mes de mayo de 1944 comenzaron las negociaciones para la compra de los derechos. Ladislao había inventado un nuevo instrumento de escritura.
Leyendo esta curiosa historia y, derribando los mitos sobre el creador de la birome, me pasé una estación de subte. Me preguntaba cómo el caprichoso destino hizo que llegara a mí esta revista y descubriera en ella este interesante artículo que decidí contárselos.
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