martes, 15 de agosto de 2017

Mi Biblioteca

   Ya no encuentro espacio en mi biblioteca para inventar un lugar donde guardar libros. Parece un juego de equilibristas. Cada libro que guardo encuentra un hueco para acomodarse y encastrar encima de otro libro. Debo reconocer que forman un paisaje geométrico y pintoresco. 


   Así como de chica la danza clásica fue una de mis pasiones, leer también acompañó ese amor por el arte. Lamento no haber conservado mis libros infantiles y adolescentes, pero sé que fueron destinados a bibliotecas barriales, aquellas que de niña alimentaron mis ansias de aventuras.  

   Cuando terminé el colegio secundario y empecé a trabajar en el centro porteño, viajaba en la línea E de Subterráneo y combinaba con la línea C. Transitaba esas interminables estaciones con algún libro en la mano. Descubrí los géneros más variados, desde romántico hasta fantástico, cuentos o novelas. Borges o Cortázar, Bradbury o Chesterton. También conocí a Hemingway, Hesse, London, Orwell, que por cierto nunca les conté que "Rebelión en la Granja" la leí tres veces en distintas etapas de mi vida.


   Me gusta tener los libros ordenados por géneros, aunque llevo unos años traicionando esa obsesión, podría decir que por la falta de espacio o por la cantidad de libros. Ya me han dicho que debería adaptarme a los nuevos formatos digitales y así ahorraría espacio, pero aun soy de aquellas enamoradas de los libros físicos. Me gusta ver el arcoiris que forman los lomos de las obras literarias y las diferentes alturas.


   Esta obra pictórica que forma una biblioteca variada, incluye libros de arte, danza, cine y también guardo recortes periodísticos, apuntes de la universidad, dicionarios y dos Atlas, uno Universal y otro de Argentina. Los libros infantiles que les regalé a mis sobrinos para cuando se quedan a dormir los guardo en unas cajas donde ellos esconden sus dibujos y juguetes.

   Cada libro en mi biblioteca conserva a su compañero, no se cambian de lugar porque creo que ahí es donde mejor se sienten. Pronto tendré que buscarles otro espacio porque esta biblioteca de pino barnizada, en varias oportunidades, ya no resistirá más el peso de sus habitantes.

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sábado, 12 de agosto de 2017

Cuento: "Semana a la Vista"

            El frío que azotaba a la ciudad podía sentirse en el empedrado aún mojado por la lluvia, Julio era el mes más crudo del año y San Telmo sufría el cruel viento del río que pegaba sobre el rostro.
            Su golpe sería maestro si todo salía como estaba planeado, pensó Evaristo. La policía llevaba meses detrás de él, pero cada asesinato sembraba más terror entre las jóvenes aristócratas de la europea ciudad de Buenos Aires durante los años veinte. Su última víctima había sido Serafina, la primera cantante de Ópera que había contratado el Teatro Colón desde su apertura en 1918. Sus víctimas no estaban elegidas al azar, Evaristo tenía una especial obsesión por la combinación de letras y días de la semana.
            Él recorría las calles de los distintos barrios, al principio eligió San Telmo, Barracas y La Boca, pero luego se trasladaba hacia Belgrano, Palermo y Recoleta para que no lo descubriesen. Amanda fue su primera víctima y la asesinó un lunes de enero, Beatriz un martes de febrero, cuando el colorido de los árboles y el perfume a tilo invadía el caluroso verano porteño. Carmen conoció su obsesión el tercer miércoles del mes de marzo. Dora el cuarto jueves de abril, Ema el último viernes de mayo. Los sábados visitaba a su madre, que se encontraba internada en un neuropsiquiátrico y el domingo, escuchaba cantar a su hermana en el Convento de las Hermanas de la Caridad. Luego se encerraba en la buhardilla donde vivía y planea sus próximos asesinatos.
            El invierno solo traía tristeza a su castigada humanidad, pensó Evaristo mientras pisaba algunas baldosas flojas que escondían agua estancada.
            Su padre era un ricachón inescrupuloso dueño del frigorífico más grande del país, que los abandonó por una dama de la alta sociedad europea cuando su hermana tenía un mes de edad, dejándolos en la miseria absoluta. Zulema había heredado los ojos azules de su madre y la piel blanca como el mármol de su padre. Cuando tuvieron que internar a Josefina, su madre, Evaristo la dejó en la puerta del Convento para que las monjas la cuidaran. Había sido una niña preciosa, tierna e inteligente, que supo conquistar el corazón de las hermanas de la caridad con su voz angelical que se escuchaba en la misa cada domingo.
            Los diarios lo habían apodado “El matarife”, nombre que odiaba porque era la profesión de su padre. Elegía a sus víctimas por la guía que se encontraba en la oficina postal. Primero merodeaba por sus casas y estudiaba la manera de acercarse a ellas sin levantar la más mínima sospecha. Se le daban bien los personajes porque trabaja como tramoyista en los sainetes criollos. Solía sorprender a sus víctimas por la espalda, sepultándole un puñal, luego le quitaba los ojos, que conservaba como trofeo en su buhardilla. A la policía se le hacía difícil descubrir un indicio que pudiera dar con él. Evaristo cambiaba de barrio cada vez que concretaba un asesinato. La búsqueda se hizo cada vez más intensa y él era cada vez más cauteloso, pero cuando supo que lo habían apodado “el matarife” quiso gritarle a la policía su nombre, ¡el matarife! decía enojado, preferiría que le llamaran “el pincha ojos” o “el asesino del almanaque”, quizá si les cortaría la lengua podrían decirle “el mocha lenguas” pero decirle “matarife” era imperdonable.
            La ciudad estaba aterrada por la incompetencia para encontrar al matarife, se había puesto precio a su cabeza pero nada de lo que hacía la policía lograba atrapar al homicida. El inspector de policía descubrió una pista, que para muchos parecía una incoherencia, pero para él no lo era porque lo veía muy claro, los nombres de las mujeres asesinadas tenían una correlación alfabética, Ana, Beatriz, Carmen, Dora, Ema, Felisa, Gertrudis, Isadora, Jacoba, Lucrecia y así sucesivamente se iba completando el alfabeto, lo que no pudo deducir fue que Evaristo, además usaba los días de la semana para cometer los delitos.
            Los asesinatos seguían sin resolverse pero hacía meses que no se sabía nada del matarife, parecía que su fantasma se había esfumado. En cambio Evaristo estaba buscando el nombre de su próxima víctima y el día apropiado.
            El viernes anterior a la primavera, volvía del teatro cuando vió una solitaria figura femenina caminando por la calle Defensa hacia el sur, él sintió un dolor punzante en el estómago que le impidió continuar su marcha hacia la mujer desprotegida, pero su desequilibrada cordura lo impulsó a retomar el camino. Algo de esa situación lo estaba perturbando, él creía que era porque no conocía ni el nombre de su víctima ni si coincidía con su loca obsesión por los días de la semana. De todos modos, insistió en la necesidad de tomar por sorpresa a esa mujer. Se cruzó varias veces de vereda, estaba aturdido y por un momento pensó en dejar libre a su presa, pero de repente un arrebato de locura le hicieron adelantarse varios metros y tomar por sorpresa a la mujer, hundiéndole el puñal, hasta sentir  que la hoja ingresaba por completo en la humanidad de su víctima. Evaristo volvió a sentir un dolor punzante en el estómago y cuando giró a su víctima para ver cuánto de vida aun había dentro de ese cuerpo, su dolor se hizo más intenso y devastador al descubrir el rostro, casi sin vida, de su hermana. Evaristo quitó el puñal de cuajo y mirando la sangre que había en él, lo enterró en sus entrañas para yacer junto a ella en el frío empedrado de la calle Defensa. 

martes, 8 de agosto de 2017

Los secretos de "Ventanales"

   Cuando empecé a escribir mi novela "Ventanales" quería que su protagonista, Noelia, una camarera argentina que conoce a Borja Carrión en la cafetería del Fútbol Club Barcelona, le cuente historias de lugares donde él viajaba para representar a su club.
    El trabajo de investigación que realicé antes de sentarme a escribir esta apasionante historia de amor, fue intenso y mágico. A medida que avanzaba me costaba descartar información. 


   En "Ventanales" una de las ciudades que menciono es Valencia, lugar que habita en una parte de mi corazón. Mientras escribía la historia de Noelia y Borja, descubría un sin fin de paisajes únicos en cada una de las ciudades que Borja recorría. La ruta de Cid, fue uno de esos sitios que no entraron en esta Novela y, ordenando mis papeles de trabajo, encontré una hermosa foto de Sagunto, ahí fue cuando recordé las hazañas épicas de Don Rodrigo Díaz de Vivar.


   Cuando se produce la invasión árabe a territorio español, que duró siete siglos, esa guerra fue la que inspiró el Poema del Mio Cid, que se lo considera el primer poema épico de la literatura española. Su protagonista no es más que el famoso caballero Rodrigo Diaz de Vivar, conocido también como El Cid Campeador. En este poema se menciona a su esposa, llamada Jimena y a sus dos hijas Elvira y Sol.
   La ruta que realizó el Cid, se la situa entre Valencia y Burgos, pero en el camino se encuentran lugares relevantes como San Pedro de Cardeña, donde se escribió el cantar pero también encontramos otro protagonista de esta leyenda,  en la entrada del monasterio está sepultado su caballo "Babieca".      Atienza, Sigüenza, Jadraque que tiene un castillo que se llama Del Cid, Calatayud y Daroca. Las antiguas murallas fueron testigo de esta gesta de caballeros y guerreros. Además, podemos descubrir la laguna de Gallocanta.
   Otro de esos pueblos mágicos es Cella, camino de Albarracín, donde se reunió con su gente para combatir en Valencia. Entre Teruel y Castellón nos topamos con pueblos que llevan su nombre, como por ejemplo Villafranca del Cid o Iglesuela del Cid.
   Sagunto y su castillo, fue uno de los lugares por los que pasó este noble caballero antes de llegar a Valencia e ingresar por la Puerta de Serranos.


 
   De la misma forma que Romeo y Julieta, la historia literaria más romántica que conocemos, Rodrigo y Jimena también conforman una pasión amorosa entre dos clanes familiares rivales.

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sábado, 5 de agosto de 2017

Coaching Literario

   Euna entrevista que le hicieron en una oportunidad a Truman Capote le preguntaron si existía un modo de perfeccionarse en la técnica de la escritura, y él contestó lo siguiente: 

“La creación literaria tiene leyes de perspectiva, de luz y sombra, al igual que la pintura o la música. Si uno nace conociéndolas, magnífico. Si no, hay que aprenderlas. A continuación hay que ordenarlas a conveniencia de uno.”

   Tan claro como eso, es lo que debemos entender los escritores cuando deseamos lanzarnos al mundo literario. No solo basta con escribir una gran historia conformada por personajes exquisitos y una trama vibrante, si no que además hay que saber guiarse por un lector experto que conocemos con el nombre de Coaching literario. 



   Un coaching literario nos ayuda a los escritores en nuestro camino de creación, de gramática, de estilo. También nos ayuda a pensar, a ordenar las ideas que nos van surgiendo y que genera incertidumbre y a continuación, bien sabemos porque lo hemos vivido, un obstáculo y un freno en la creación. Algunas veces atravesamos un bloqueo creativo y nos empantanamos.

   El trabajo del coaching ayuda a la obra literaria, ya sea que se está gestando o bien, ya se publicó para que llegue a la mayor cantidad de lectores posibles y el escritor cumpla con su mayor anhelo, que es el de ser leído. Cuando me encuentro con alguien que leyó mi novela y me comenta sobre un determinado personaje o que se sintió reflejado en alguna situación, me da mucha alegría haber generado ese sentimiento de felicidad en mi lector. Sacarlo de sus pensamientos y su vida misma es un trabajo que se consigue con la obra que escribimos cuando la releemos y corregimos. 


    
   Esta hermosa profesión, nos regala la posibilidad de robar una sonrisa a quien la está necesitando. Nos permite acercarnos a su alma y generar un contacto sin conocernos. El trabajo del coaching, que por lo general es también escritor, ayuda a que nuestras obras lleguen limpias de vicios a las manos del lector. 

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martes, 1 de agosto de 2017

Moby Dick y su autor

   Es increíble pensar en un mes como el que acaba de empezar y no asociarlo a los grandes escritores que nos regaló Agosto. Sus obras magistrales, con las que muchos hemos crecido y amado el mundo mágico que se nos presenta ante nuestros ojos al abrir un libro. Me cuesta elegir un solo título o autor que me haya fascinado porque cada uno de ellos despertó en mí esta pasión por la literatura, tanto para leer como para escribir. Cuando me preguntan por qué decidí emprender este camino de la escritura y no dedicarme a otra profesión más convencional o quizá, socialmente aceptada como por ejemplo Abogacía o Arquitectura, les respondo que crear mundos, tramas y personajes es tan complejo como dibujar un plano. 



   El creador de Moby Dick, Herman Melville, nació el 1 de Agosto de 1819 en Nueva York. La vida de los grandes escritores parecería estar ligada a la desgracia o a un destino tormentoso. La historia de Melville no escapa a esa leyenda. Quedó huérfano prematuramente y para ganarse la vida se embarcó como marinero a Liverpool. Esta experiencia lo lleva a escribir Redburn. Pero sus aventuras en distintos barcos y viajes a través del Pacífico lo estimulan a seguir creando historias. 


   Moby Dick cuenta la alegórica persecución de la ballena blanca a manos del obsesivo Capitán Ahab. En su momento esta novela no causó gran imprensión y Melville sufre esa indiferencia. Ishmael, se embarca en un ballenero y se hace amigo de un arponero polinesio. La tripulación del Pequod está compuesta por diversas nacionalidades. Esta es una de las características que colocan a la novela como una alegoría ya que podría decirse que la tripulación representa a la humanidad. Existen otros factores dentro de la obra como la biología, la obsesión, el racismo, la jerarquía o la venganza que nos dan ese simbolismo para declarar la obra como una alegoría. 


"Llamadme Ismael. Hace años, no importa cuántos exactamente, hallándome con poco o ningún dinero en la bolsa y sin nada de especial interés que me retuviera en tierra, pensé que lo mejor sería darme a la mar por una temporada para ver la parte acuática del mundo"...

   Melville y un compañero abandonan la nave en pleno Pacífico y se quedan en una de las Islas Marquesas, luego se embarca en una nave australiana pero encabezó un motín y desembarcó en Tahití. Más tarde volvió a ser parte de otra tripulación y viajó hasta Cabo de Hornos. De estos viajes hoy contamos con sus obras de aventura. De todos modos como les decía al principio, su vida transitó lugares oscuros, enfermedad, pobreza, desdicha amorosa y desesperación. Uno de sus tantos cuentos "Bartleby, el escribiente",  es una obra increíble, curiosamente está cargada de una negatividad espiritual que te atrapa y te arranca un desesperada sonrisa. Su frase "Preferiría no hacerlo" encierra toda esta descripción.


   Agosto y sus grandes escritores, un mes para disfrutar y conocer obras maestras que, a pesar de los años, siguen vigente.
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