Una
vez más, llegué al estudio para grabar el programa; los invitados del día
traían historias fuertes. Yo preparaba las preguntas de ese día.
Mientras tanto, mi equipo recibía a los
invitados.
Esa mañana, un llamado me perturbó, me
puso intranquilo y me desequilibró.
Empédocles traía una resaca importante,
se había tomado hasta la presión. Mago
y profeta, recorría cada noche todos los bares de la Magna Grecia.
Deméter era la primera que vi llegar,
traía la foto de su hija Core, secuestrada por Hades, uno de los tantos
hermanos que tenía Deméter, que le cambió el nombre por el de Perséfone, diosa
de los muertos.
Nada se sabía de ella, por eso, su
madre optó por asistir a mi programa para denunciar el rapto de la menor.
Quimera, antes de ser asesinada por
Belerofonte, le dijo que su otro hermano, Zeus -quien además de ser el tío,
también era el padre de la pequeña Core- le había dado información a Hades para
que la raptase.
Entonces, Deméter ofrecía ayuda para
destronar a Zeus, a cambio de recuperar a su pequeña.
Momentáneamente, la producción de mi
programa y yo dejamos sola a la invitada y nos reunimos para analizar cuantos
puntos de rating nos dejaría la historia.
Días atrás, contactamos con Hades para
juntarlos en el mismo plató, pero éste no quiso, no compartiría con nadie un
programa.
Nunca, habíamos ganado a nuestro
competidor, Emmanuel Kant, que llevaba años haciendo el mismo formato.
Tarde o temprano conseguiría
alcanzarlo, después de todo yo era mayor y llevaba más años de trayectoria en
el medio; esa vocecita interior que siempre me hablaba, me lo confirmaba.
Ahora, había que pensar en la manera de
enfrentar a Deméter con Hades, aunque sea, hacerlos pelear vía Twitter.
A la puerta del estudio se acercó
Empédocles porque el otro invitado había llegado.
Harry Potter y sus inseparables amigos,
Hermione y Ron, estaban dispuestos a denunciar a Valdemor, quien llevaba año
tras año intentando destruirlo, cuando en realidad, estaba vengándose de él,
porque Harry no quiso acompañarlo al baile de fin de año.
Rápidamente, Empédocles salió a
recibirlo con todos los honores, aunque su cabeza se le partía en mil pedazos
por la resaca que aun tenía, Harry era su ídolo, un taumaturgo como él.
Preso del miedo, Harry me pidió ser
acompañado por un abogado de prestigio, pero solo encontré a Guido Süller, que
venía de defender a otro filósofo importante, Cereal Fort y su nueva teoría
mediática.
Finalmente, mi equipo de producción
logró convencer al tercer invitado,
se llamaba Magneto, se enfrentaba a una denuncia por parte de las productoras,
quienes le reclamaban una indemnización millonaria a causa de la ambigüedad de
sus personajes, que dañaban la imagen de las productoras.
Resolvería la Corte Suprema si el malo de los
mutantes debería ser también, el buenito del Señor de los Anillos.
Iban y venían por todo el estudio, yo
estaba cansado y confundido con tantas voces que escuchaba.
Ayer, me había encontrado nuevamente
con ese amigo que me tenía loco de tantas dudas, era Bacilius.
Venían mas invitados, pero ni
Empédocles, con toda su charlatanería podía dominarlos.
Mientras yo estaba agobiado por la
duda, me senté en el camarín a ordenar mis ideas, los invitados comenzaron a
pelearse entre ellos.
La hermana del Dios todopoderoso,
criticaba a Hermione por sus vestimentas, ésta con su varita mágica la
convirtió en una planta.
La situación no parecía mejorar, Guido
Süller intentó quitarle la bufanda a Ron, y algo más también.
Iniciaron una batalla campal, todos
contra todos, volaban sillas y sillones.
Marcelino Tinellino, mi director de
cámara, más hábil que un cuervo atrapando a su presa, dejó encendidas las
cámaras, por accidente, y la riña salió en vivo por toda Grecia.
Tinellino, por su hábil maniobra,
consiguió que le robásemos el primer puesto del rating al programa “Idealismo
Trascendental” de Kant.
Sabiendo ésto, las autoridades del
canal me despiden, y colocan en la
conducción a Marcellino Tinellino, quedándose con el nombre de mi programa “El
Genio Maligno”.