domingo, 8 de junio de 2025

El oficio de contar: una carta en el Día del Periodista

 


Por Karina Almada

7 de junio. Día del periodista. No hace falta explicar mucho más. Quienes llevamos la palabra en la garganta o en los dedos sabemos que esta fecha no es solo una efeméride. Es una forma de estar en el mundo.

La historia se remonta a 1810, cuando Mariano Moreno fundó La Gazeta de Buenos Ayres, aquel primer periódico de las Provincias Unidas del Río de la Plata. No se trataba de contar chismes ni redactar partes de guerra. Se trataba de informar. De explicar. De construir ciudadanía en tiempos de revolución. De escribir lo que ocurría para que no pasara desapercibido. 

¿Qué es ser periodista? Es, todavía, tener hambre de la verdad. Y ojo: no de la verdad con mayúscula, esa que nadie tiene. Sino de la que se alcanza a fuerza de preguntas, de dudas, de caminar calles, de tomar mate con un vecino que quiere hablar. De buscar. De volver a preguntar. De leer. De encontrar luz donde parece que no hay más que oscuridad.

Porque eso hacemos. Contamos con palabras, pero también con imágenes. Con voz o con silencio. Narramos para ordenar el caos. Para intentar entender. Para acercarnos a otros. Para construir un puente en medio de este mundo que grita.

Fontanarrosa decía que la vocación periodística se parece mucho a una "manía". Es cierto. ¿Qué otra cosa puede explicar que alguien se despierte cada día con la necesidad –más que el deseo– de contar algo que pasó? A veces lo urgente, otras lo importante. A veces lo que duele, otras lo que inspira.

Ser periodista también es escuchar lo que nadie más quiere oír. Como hacía María Esther Gilio, con su grabadorcito y una capacidad infinita para estar presente, para callar en el momento justo, para hacer la pregunta que desarma.

También es escribir sobre un partido de fútbol y contar, en realidad, la historia de un pibe del interior que la peleó desde abajo. Es hablar de una obra de teatro como quien narra el alma de una ciudad. Es recorrer una muestra de arte, una biblioteca de barrio, una tragedia evitable o una pequeña alegría compartida.

Ser periodista es creer en el poder de la palabra. Aunque no alcance. Aunque llegue tarde. Aunque incomode. Aunque se cuestione. Porque como decía Ryszard Kapuściński: “El buen periodismo es ir donde nadie quiere ir, contar lo que nadie quiere contar, y dar voz a los que no la tienen”.

Y es, sobre todo, trabajar con respeto. El respeto por la noticia, por la fuente por quien escucha o lee. Por uno mismo. Porque sin eso, lo que se hace no es periodismo: es ruido.

Hoy, más que nunca, cuando la desinformación circula a la velocidad de un click, cuando los seguidores parecen más importante que la duda, cuando todo se mide en likes y en viralización, ser periodista es estar contracorriente.

Es preguntarse. Dudar. No dar nada por sentado. No repetir sin chequear. No callar lo que debe ser dicho. 

Una gran maestra de la crónica periodística, Leila Guerriero, dice que el periodismo es  "cavar en el barro hasta encontrar el hueso. Aunque el hueso duela".

Para quienes ejercen el periodismo con valores y responsabilidad, para quienes todavía creen en este oficio. Para quienes agradecen una crónica bien escrita, una entrevista con alma, una noticia clara. Para todos ellos, gracias por seguir leyendo.

A quienes nos dedicamos a esto –con sueldo o sin él, en medios grandes o blogs personales, con celular o con cuaderno–, gracias. Por no rendirse. Por seguir buscando. Por alumbrar.

Porque si en un mundo lleno de ruido todavía hay lugar para una buena historia, entonces vale la pena seguir escribiéndola.

 


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viernes, 30 de mayo de 2025

Cyrano: una fábula de amor que desafía las apariencias.

Por Karina Almada 


Cyrano de Bergerac es sin lugar a dudas un clásico de los que alguna vez se oyó hablar. La imagen de ese personaje enamorado en silencio, de nariz prominente, persiste en el imaginario colectivo como uno de los grandes íconos del romanticismo, aunque no se haya leído la obra de Edmond Rostand o visto las adaptaciones teatrales o cinematográficas.


La nueva versión teatral, que se presenta en el Presidente Alvear (Av. Corrientes 1659, CABA), está dirigida por Willy Landin y protagonizada por Gabriel “el Puma” Goity quien se pone en la piel del célebre espadachín. La obra se instala con fuerza en la cartelera porteña como una apuesta sensible, vibrante y con momentos de auténtica emoción.

Goity, que conoció a Cyrano en una de las versiones más recordadas del San Martín allá por 1977, confiesa que fue ese espectáculo el que lo impulsó a convertirse en actor. Hoy, casi cinco décadas después, cumple el sueño de interpretarlo él mismo. Y lo hace con una entrega conmovedora.

El alma detrás de la máscara

Cyrano es poeta, filósofo, soldado y un orador brillante, pero también un hombre atrapado por una profunda inseguridad. Siente que su nariz —enorme y grotesca según él mismo— le impide ser amado. Está perdidamente enamorado de su prima Roxane, pero en lugar de confesarle su amor, decide ayudar al apuesto pero torpe Cristian a conquistarla con sus propias palabras.

El juego teatral se vuelve más complejo: quien enamora no es el que se muestra, sino el que escribe desde las sombras. Cyrano le presta su alma al cuerpo de otro.

La escena del balcón, donde Cyrano le susurra a Cristian los versos que enamorarán a Roxane, es uno de los momentos más intensos de la obra. Un fragmento resume toda la poesía del texto: 

“¿Qué es un beso, al fin y al cabo,
sino un juramento hecho poco más cerca,
una confesión que necesita confirmarse, la culminación del amor, un secreto que toma la boca por oído,
un instante infinito
que provoca un zumbido de abeja,
una comunión con gusto a flor,
una forma de respirar por un momento
el corazón del otro y de gustar,
por medio de los labios,
el alma del amado?”
(Cyrano de Bergerac. Acto tercero. Escena X)

El texto de Rostand, estrenado en París en 1897, combina humor, duelo, filosofía y 

tragedia en dosis parejas. Es un ejemplo del teatro de ideas, pero también una obra de 

altísima sensibilidad emocional. Y en esta puesta, esos matices están bien cuidados. 


Goity, un Cyrano maduro y entrañable

La actuación de Goity conmueve. Lejos de sobreactuar o caricaturizar, construye un Cyrano humano, melancólico, irónico y digno. Un hombre que se resiste a venderse a los poderes de turno, que desprecia la mediocridad y el oportunismo:

 

“¡Morir, sí! ¡Venderme, no!”

Es imposible evitar asociarlo con tantos otros personajes quijotescos que luchan contra las injusticias aunque sepan de antemano que perderán.

Su tragedia no es no haber sido amado, sino no haberse sentido digno de serlo. Cyrano representa al héroe que se sacrifica por ideales más grandes que su propio bienestar. El que calla lo que siente por no empañar con su “fealdad” el amor de la mujer que ama. El que escribe desde el anonimato para que otro conquiste. Y que solo al final, cuando ya es tarde, se atreve a decir la verdad.


Una puesta para dejarse emocionar

Esta versión de Cyrano se apoya en un gran trabajo actoral, una dirección clara, un texto potente y un elenco que acompaña con solidez.

La música, la iluminación y el vestuario trabajan a favor de esa atmósfera romántica, a veces un poco idealizada, pero que encuentra en su sencillez una gran fuerza poética.

Puede que hoy el personaje nos resulte algo lejano, hijo de otro siglo, con códigos de honor y romanticismo que parecen haber quedado en el pasado. Pero es precisamente eso lo que lo vuelve entrañable: Cyrano nos recuerda que hubo un tiempo en que la palabra valía más que la imagen, en que el amor podía ser un acto de coraje y, que incluso en la derrota, había una forma de victoria.


Cyrano va a tener solo 20 funciones en Buenos Aires, de jueves a sábados a las 20 y los 

domingos a las 19, hasta el 15 de junio. En el Teatro Presidente Alvear, Av. Corrientes 

1659, las entradas en la boletería del teatro: Precios accesibles 



FICHA TÉCNICA DE LA OBRA:

Autor: Edmond Rostand

Traducción, adaptación y dirección: Willy Landin

Elenco
Cyrano de Bergerac Gabriel Goity
Roxane María Abadi
Cristian Mariano Mazzei
De Guiche Mario Alarcón
Le Bret Daniel Miglioranza
Ragueneau Iván Moschner
Montfleury / Cocinero 2 / Pueblo Larry de Clay
Valvert Fernando Lúpiz
Paje / Mosquetero/ Brissaille / Cadete 8 Pacha Rosso
Condesa 2 / Chaperona María Rosa Frega
Bellerose / Lisa María Morteo
Impertinente / Cocinero 3 / Pueblo / Capuchino
Hernán “Curly” Jiménez
Marqués 2 / Carbon de C. Jaloux Pedro Ferraro
Lignière/ Poeta 3 / Pueblo Ricardo Cerone
Bufón / Aprendiz de pastelería / Cadete 4 Tomás Claudio
Marqués 3 / Cadete 2 Franco D’Aspi
Condesa 3 / Poeta 1 / Cadete 3 Pablo Palavecino
Marqués 1 / Cadete 1 Agustín Suárez
Vieja Mula / Poeta 2 / Pueblo / Barbas Horacio Vay
Marqués 4 / Cocinero 3/ Sombrerero / Cadete 5
Tito Arrieta
Condesa 4 / Prostituta / Cadete 6 / Monja 2 Lucía Raz
Condesa 1 / Cocinera / Cadete 7 / Monja 1 Jess Rolle
Cantinera / Compradora / Pueblo / Centinela / Monja 3
Paloma Zaremba

Músicos en escena
Lautaro Asato, María del Rosario Barrios Caram, Gisela
Nonaka, Gustavo Valor, Lorena Yankelevich, Keiji Yonagi
Coordinación de producción
Federico Lucini Monti, Lourdes Maro
Coordinación técnica de escenarios
Lucas Pulido, Cecilia Núñez, Ana María Converti,
Alejandro Martínez
Producción técnica Lorena Riafrecha, Pablo Rojas,
Pedro Colavino
Diseño y puesta de sonido Leo Leverone, Miguel Álvarez
Música original Willy Landin
Diseño audiovisual Matías Guerra, Juan Guerra,
Willy Landin
Diseño de iluminación Rubén Conde, Willy Landin
Diseño de vestuario Willy Landin
Diseño de escenografía Willy Landin, Pilar Camps
Dirección general Willy Landin
Duración: 180 minutos (con un intervalo)


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Hasta la próxima.

Kary.





domingo, 27 de abril de 2025

Feria Internacional del Libro de Buenos Aires - Largada

Cuando uno se anima a hablar en serio sin ponerse solemne.

Estar en el discurso inaugural de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires siempre tiene algo especial y de ceremonia íntima para quienes amamos los libros.

El pasado jueves 24 de abril, en La Rural, el escritor Juan Sasturain fue el encargado de abrir oficialmente la 49° edición de la feria, con palabras que mezclaron emoción, humor y reflexión.

La inauguración, organizada por la Fundación El Libro, no fue solo el punto de partida de un nuevo encuentro cultural: fue también un recordatorio de lo que significa, en tiempos veloces de algorítmos, seguir creyendo en el poder de la lectura.

Con su tono cálido y honesto, Sasturain se plantó frente al micrófono como quien se para frente a una ronda de amigos: sin trajes de gala ni palabras grandilocuentes. Desde el principio, dejó en claro que no venía a ocupar ese lugar de orador desde la comodidad o la costumbre, sino con la sensación genuina de que estaba ocupando un sitio que no le pertenecía del todo. Como si, en el circo de la vida, esperáramos ver al hombre bala y nos sorprendieran con una perdigonada de enanos saliendo del cañón, como en aquel viejo chiste de Fontanarrosa que él mismo recordó.

Su dedicatoria al querido autor de Inodoro Pereyra marcó la cancha: esta sería una celebración del humor, la humildad y el amor por los libros. No una muestra de solemnidad vacía.


Juan citó una enormidad de autores talentosos, como nuestro genial y no tan reconocido como se merece Macedonio Fernández. También mencionó a Discepolo, María Elena Walsh, Alejandro Dolina y su Ángel gris. Comenzó con cuatro salvedades que aclaró, no salvan a nadie pero sí explican:

Primera salvedad: sobre su presencia. Agradeció a la Fundación El Libro por la designación, recordando con humor que le dieron ocho meses para preparar su discurso —un embarazo casi completo— y bromeó sobre su traje, el mismo que ya lo acompaña en todos los actos oficiales.
Segunda salvedad: sobre el "sujeto hablante". Reflexionó acerca de esa costumbre tan nuestra de hablar en tercera persona usando “uno” en lugar de “yo”. Un recurso que permite compartir la experiencia individual como algo que también le puede pasar a cualquiera.
Tercera salvedad: sobre el "sujeto oyente". Habló de quienes escuchan, recordando que la comunicación no se trata sólo de emitir un mensaje, sino también de construir un lazo con el que recibe esas palabras.
Cuarta salvedad: sobre el tono. Defendió la posibilidad de hablar de cosas serias sin caer en la solemnidad. Reivindicó el humor, la ironía y la necesidad de no perder el rigor ni la frescura, a pesar de los tiempos que corren.



Con esas aclaraciones hechas, Sasturain organizó su discurso en tres movimientos: un elogio, una reflexión y una propuesta.

El elogio
Celebró el Día Internacional del Libro, que cada 23 de abril recuerda la muerte, en distintos años según calendario de la época, de tres grandes autores: Miguel de Cervantes, William Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega. Sasturain subrayó la importancia de los libros vivos: los que se abren, se manosean, se prestan, se subrayan. No los objetos intocables, sino los libros como compañeros de vida.

La reflexión

Habló sobre la vigencia de la literatura clásica y cómo esas obras, lejos de ser reliquias, siguen interpelándonos. Puso en valor el acto de crear ficciones, de imaginar otros mundos y de cómo esas ficciones siguen siendo necesarias para entender el nuestro.

La propuesta
Aunque no se trató de una propuesta en términos de consignas o llamados a la acción, sí dejó flotando una invitación profunda: seguir leyendo, seguir pensando, seguir abriendo libros como quien abre puertas.

El discurso de Sasturain fue una caminata compartida entre recuerdos, lecturas y emociones. Un homenaje a la literatura como refugio y como posibilidad de seguir preguntándonos.

Para Juan no existe la lectura, existen las personas que leen y cuanto más lean más personas serán. Los escritores no escriben libros, escriben ficciones, ensayos, poemas. En cambio, las editoriales son las que publican libros.

En tiempos donde tantas veces se busca simplificar o reducir todo a consignas, escuchar a alguien que habla de libros con amor, respeto y sentido del humor, fue, sencillamente, un regalo.

¡Salud!


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lunes, 3 de marzo de 2025

Madame Bovary: Un Clásico que Revolucionó la Literatura

El 3 de marzo se celebró el Día Internacional de los Escritores y me pareció una buena excusa para hablar de una novela que cambió la forma de contar historias: Madame Bovary de Gustave Flaubert.

Fue publicada en 1856 y no solo marcó un antes y un después en la literatura, sino que también sacudió a la sociedad de aquella época.


La historia de Emma Bovary fue considerada escandalosa  y el autor fue llevado a juicio por "atentar contra la moral pública".

Viajemos por un ratito a la mitad del Siglo XIX en Francia, se estaba creando la sociedad moderna con intereses en el progreso pero aun así se mantenían las costumbres imperialistas.

En el Siglo XIX los franceses definieron la excelencia en la novela, entonces decir que una historia estaba bien contada era una obra escrita por un autor francés. Luego, en el Siglo XX, este prestigio decayó por ser considerada ingenua.

Flaubert fue un hombre muy sensible y un gran romántico. Lo obligaron a estudiar derecho pero a raíz de su enfermedad, tenía epilepsia, abandonó la carrera de leyes y se dedicó a escribir. Fue un perfeccionista de la palabra.


La historia de Madame Bovary se centra en Emma que es la esposa de un médico de clase media sin muchas aspiraciones de progreso. Ella sueña con una vida de lujos y nobleza, pero se desilusiona rápidamente y tiene aventuras amorosas en busca de una pasión que ella encontraba en las novelas que había leído. En esa época, una mujer que se atrevía a desear algo más de lo que su matrimonio le ofrecía era un desafío para la moral de mediados del siglo XIX.

El autor narra de una manera extraordinaria escenas de la vida cotidiana mezclando diálogos opuestos: de repente te encontrás leyendo lo que se hablaba en una exposición agrícola sobre precios y pesajes de animales con las palabras aduladoras del amante de Emma en el balcón. Solo un talento como el de Flaubert podia combinar ambos mundos y construir una historia apasionante y entretenida.

La novela fue llevada a juicio por obscenidad y, aunque Flaubert terminó absuelto, la polémica impulsó el éxito del libro, convirtiéndolo en un fenómeno de ventas.

Pero, ¿qué tiene de especial Madame Bovary? Más allá de la historia de Emma, una mujer que sueña con vivir las pasiones de las novelas románticas y termina atrapada en la monotonía, lo que hizo Flaubert fue revolucionar la manera de narrar. Su estilo minucioso, obsesivo con cada palabra. Creó un realismo literario que inspiró a generaciones de escritores.


¿Querés un chisme literario? Flaubert mantuvo una relación epistolar apasionada con la escritora Louise Colet, con quien intercambió cartas llenas de reflexiones sobre la literatura, la vida y el amor. En esas cartas, se puede ver la lucha interna del autor entre la búsqueda de la perfección artística y los sentimientos personales.

Si alguna vez pensaste que los clásicos eran aburridos, este libro puede hacerte cambiar de opinión. Es una historia de deseos, frustraciones y contradicciones humanas que sigue vigente. Nos muestra que la literatura además de entretener nos ayuda a expresarnos mejor, a viajar en el tiempo y a expandir nuestro mundo con cada página leída. Mejora el lenguaje, un plus que no viene nada mal.

Como dato curioso, Flaubert tardó casi cinco años en escribir la novela y su obsesión por encontrar la palabra justa a lo que él quería expresar lo hacía leer y releer sus frases en voz alta para comprobar su ritmo y musicalidad.

¿Te animás a descubrirla?


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martes, 25 de febrero de 2025

La felicidad en las pequeñas cosas

¿Alguna vez creiste en la felicidad instagrameable? esa foto perfecta de una cena elegante, la playa de arena blanca con los pies apenas hundidos en la orilla, la sonrisa impecable en una selfie o un atardecer que enmarca dos copas de Champagne.

¿Alguna vez pensaste que la felicidad solo se encuentra en los grandes momentos? En esos viajes soñados, en la casa más grande, en el ascenso esperado. 


En mi opinión, la alegría y el éxito no se miden en likes. La vida real transcurre en lo que no se ve, en lo que no se captura a través de una lente fotográfica sino en la retina. Para mí está en lo que no se publica ¿cuántas veces te sentaste a tomar mate con una amiga y se pasaron las horas filosofando?  O quizá compartiste un café en una mañana cualquiera con alguien que necesitaba ser escuchada. Esa risa destartalada que se escapa sin aviso en medio de una conversación. A lo mejor un día descubriste la forma en que la luz de la tarde se filtra por tu ventana y tiñe todo de dorado. A veces, es como si el mundo entero se tomara un respiro.

¿Alguna vez te quedaste esperando lo extraordinario? Como si la felicidad estuviera detrás de un cristal, ahí, algo que ves pero aún no llegó. Hasta que un día, sin aviso, esa percepción cambia.

No sabés bien cuándo ni cómo. Tal vez una tarde, cuando el día bajaba lento y en el aire flotaba ese olorcito a tierra mojada. O quizás en una noche en la que te quedaste en silencio mirando estrellas, adivinando cuál de todas ellas era la Cruz del Sur, quizá  escuchaste el sonido del viento en las hojas, y de pronto entendiste todo.

La vida no es un cúmulo de momentos perfectos. La vida es ese espacio intermedio donde habita lo cotidiano, donde apreciamos el presente porque ahí está la verdadera semilla de la felicidad.

Nos enseñan a buscar lo grandioso, pero la felicidad es más parecida a la brisa que entra en el amanecer: sutil, casi imperceptible. La felicidad es algo que si no le prestás atención pasa delante sin que te dieras cuenta. Está en los detalles. En las largas sobremesas, en el sonido de la pava silbando en la cocina. En ese plato caliente que te esperaba a la noche cuando volvías de la facultad. En el primer mate que te ofrecieron los adultos para compartir con ellos. En una canción.

Esperamos tanto lo extraordinario que a veces se nos olvida que lo esencial ya está pasando.

La felicidad no es una meta a la que se llega, sino una forma de estar en el mundo.

No sé vos, pero yo quiero quedarme más tiempo en esos instantes. A detenerme, aunque sea un segundo más, en todo lo que ahora parece pequeño y un día voy a extrañar.

Porque al final, la felicidad no es otra cosa que eso: una suma de momentos diminutos, que solo se revelan en su verdadera magnitud cuando ya quedaron atrás.

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martes, 18 de febrero de 2025

Cuando la rutina apaga la chispa

Hay días en los que el despertador suena y la primera reacción es negociar con el universo: Cinco minutos más, prometo que hoy sí me pongo al día, mejor voy a la tarde. Pero después me doy cuenta que el universo no negocia, así que me levanto, me preparo un café y salgo a cumplir con mis actividades porque sé que  trabajar es necesario, es importante, es digno y además me hace feliz porque trabajo en algo que me representa y me apasiona.

PH: Suzy Hazelwood

La rutina tiene mala prensa pero no siempre es la villana en esta historia. A mí me gusta llevar una rutina por me permite planificar, avanzar, sostener un hábito y estructurar el caos de la vida. Sin embargo, cuando la repetición se vuelve mecánica, algo se rompe. De repente, aquello que alguna vez me motivó empiezo a sentirlo como un peso. Y ahí aparece la gran pregunta: ¿cómo hacer para que el trabajo no sea solo una carga sino una parte valiosa de mi identidad?

El problema no es el trabajo, sino la desconexión.

Creo, que la mayoría de las personas  elegimos la profesión con algún tipo de entusiasmo, había algo que nos atrapaba o al menos teníamos una idea de lo que queríamos lograr con esa decisión.

Al menos a mí, a veces, siento que me sumerjo tanto en la rutina automática que pierdo de vista aquello que tanto me motivaba. Claro que al principio, donde todo es nuevo y emocionante, hay pasión. Luego, esa chispa, se apaga. Surgen las dudas de la elección pero siempre trato de recordar por qué empecé este camino. ¿Qué me enamoró de esto al principio?

PH: Oktay Koseoglu

Cada profesión tiene un motivo que la hace especial. Si sos docente, es la posibilidad de transformar vidas, si escribís, es el poder de contar historias, si cocinás, es la magia de alimentar a otros.

La monotonía es el enemigo del entusiasmo, por eso me gusta aprender algo nuevo cada año. Me encanta desafiarme con nuevos objetivos. A veces, un pequeño cambio de perspectiva me devuelve el brillo en la mirada.

Encontrar el impacto real del trabajo, qué efecto tiene en los otros. Un diseñador no hace “dibujitos en la compu”, comunica ideas. Un médico no solo receta medicamentos, alivia el dolor, un escritor no solo junta palabras, crea mundos. Recordar el impacto de mi trabajo me ayuda a valorarlo de otra manera.

PH: Furkanfdemir

Darme permiso para hacer pausas porque no hay pasión que sobreviva a la fatiga crónica: un día libre, un cambio de ambiente, algo que me haga respirar y volver con la cabeza más liviana.

Siempre me rodeo de personas que aman lo que hacen porque la pasión es contagiosa. Hablo con alguien que disfruta su trabajo para recordar que es posible volver a encontrar el entusiasmo. Escuchar a otros me ayuda a ver mi propio camino con nuevos ojos.

El sentido no se encuentra, se construye.

El trabajo deja de ser una carga cuando logro darle un significado. No siempre estoy inspirada, no todos los días son ni serán perfectos, pero sí puedo elegir mirar más allá de la rutina y recordar que, en el fondo, lo que hago es parte de quien soy.

Y si algún día el despertador vuelve a sonar con ganas de arruinar todo, tal vez lo único que necesito es un buen café, una pausa y hacerme la pregunta correcta: ¿Por qué empecé a hacer esto? La respuesta, puede estar escondida debajo de una montaña de pendientes pero sigue estando ahí. Solo hay que saber buscarla.


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martes, 11 de febrero de 2025

¿Viajar o Vacacionar?

Viajar no es lo mismo que vacacionar

Hay quienes usan viajar y vacacionar como sinónimos, como si fueran lo mismo, pero yo creo que son dos cosas completamente distintas. Es más, estoy convencida de que no tienen ni siquiera la misma filosofía detrás. Y no es que una sea mejor que la otra, ¡ojo! que no estoy diciendo eso; simplemente son experiencias diferentes, son aquellos momentos de la vida que elegimos vivir.

PH: Andrei Mike

Viajar es movimiento. Es la aventura de descubrir lo desconocido, de ponerse las zapatillas a primera hora, desayunar algo rápido (no estoy  hablando de café con leche con medialunas, eso queda para vacacionar) y salir al mundo con los ojos bien abiertos.

Viajar es caminar hasta que los pies duelan, es perderse por esas callecitas que no aparecen en el GPS, pero que de repente te llevan a un rincón mágico que jamás hubieras encontrado en una guía de turismo.


PH: Free walking tour Salzburg

Viajar es sentarte a comer en un lugarcito al paso, ese que parece insignificante pero donde la comida te deja pensando: ¡Cómo me iba perder este lugar!

Es volver de noche a donde te estás quedando, cansada pero llena de historias para anotar en el cuaderno antes de que se escapen (sí, yo anoto todo en un cuaderno).

Porque viajar no es solo recorrer, es también escribir lo vivido, para que algún día, en otro momento, te vuelvas a encontrar con esas emociones.

En cambio, vacacionar para mí es otra cosa: Es tirarse a disfrutar. Es no tener horario porque no hay apuro, no hay un plan. Te levantás cuando pinta, desayunás lento, arrasás el bufet del hotel con una bandeja llena de cosas ricas que en casa ni mirás porque “tienen mucho gluten”.


PH: Rowan Heuvel

Es matear en la reposera o en la arena, agarrar un churro del paquete sin siquiera mirar a quién le tocaba el próximo y dedicarte a leer ese libro que venías postergando.

Vacacionar es levantar la vista solo para darte cuenta de que no te acordás qué hora es pero ni siquiera te importa. 

A lo mejor te pegás un chapuzón rápido para “cumplir” con la pileta o el mar, pero después volvés a la reposera a seguir con tu lectura, porque estás en modo pausa, sin culpas ni apuros.

Esperás hasta ver el atardecer, allá bien lejos cuando el sol se rinde ante la llegada de la noche, cuando el cielo se tiñe de fuego  y la luz dorada se deploma en el horizonte.


PH: Juan Pablo Almada

Viajar es moverse; vacacionar es quedarse. Viajar es una aventura y vacacionar es descansar. Y aunque parezcan opuestos, hay algo que los une: en ambas experiencias, si uno se permite vivirlas con ganas, el tiempo se detiene un poco.

Hay momentos en la vida para viajar y hay otros para vacacionar. No siempre estamos en la misma sintonía. A veces necesitamos recorrer el mundo  y otras, simplemente, dejar que el mundo venga por nosotros.

Lo importante, creo, es saber qué necesita cada uno en cada momento. Porque al final, no importa si estamos de viaje o de vacaciones: lo que sí importa es que, de alguna manera, nos estamos regalando tiempo para ser felices.

                                                                      PH: Juan Pablo Almada

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Te espero en la próxima nota, soy Karina Almada, tu corresponsal cultural desde El Mojinete del Rancho para todo el mundo.