Hoy les dejo el capítulo I completo de mi novela Ventanales.
CAPÍTULO I
El aroma que desprendía la máquina de
café despertaba los sentidos: la pastelería recién horneada, los panes humeantes
y el tomate rallado con aceite de oliva perfumaban el lugar. Era el comienzo de
la jornada y, poco a poco, iba organizándose la cafetería.
Noelia, la morena argentina de
facciones gitanas, así la describían algunos españoles, llegó a la cafetería de
la Ciudad Deportiva Joan Gamper desde Terrassa, donde vivía. Debía tomar el
tren de Renfe hasta la estación de Barcelona, luego el subte de la línea cinco
hasta Cornellá y, por último, el colectivo cuatro. Una hora le llevaba el
trayecto, pero a ella no le resultaba pesado porque estaba acostumbrada a las
distancias en su Buenos Aires natal y, además, usaba ese tiempo para maquillarse
y estudiar catalán.
El verano fue insoportable, con temperaturas
que alcanzaban los 40º C y habían pasado los meses de vacaciones casi sin
movimiento en el club porque los deportistas se encontraban disfrutando del
receso. Julio llegaba a su fin y la actividad deportiva principal del club comenzaba
a ponerse en marcha.
Alí y Noelia estaban a cargo del bar
del club en la ciudad deportiva del Fútbol
Club Barcelona donde alternaban el entrenamiento los jugadores de primera
división de fútbol y las categorías inferiores, como así también otros
deportes. Los grandes ventanales que daban hacia el campo de entrenamiento
permitían el ingreso de luz natural durante todo el día; la cafetería se
encontraba en el primer piso, justo encima de los vestuarios. El predio tenía
casi ciento cuarenta mil metros cuadrados repartidos en campos de entrenamiento,
gradas, vestuarios, prensa, gimnasio, departamento médico, estacionamiento,
salas de reunión y el bar.
Ese lunes, no sería un día cualquiera,
volvería a reunirse toda la junta directiva del club con el cuerpo técnico y la
plantilla profesional, era la presentación de las camisetas, habría fotos
oficiales y se realizaría la inauguración de la temporada 2011-2012.
Noelia llegó más temprano que nunca y,
casi inmediatamente, lo hizo Alí, ambos sabían que el día sería complicado. El
jefe, Albert Pla, les había recomendado estar listos para atender a todos los
visitantes, él pasaría para ayudarles pero, claro, lo haría más tarde, cuando
llegasen las cámaras, los directivos y los jugadores.
Mientras ella acomodaba cada taza
encima de la cafetera, para que comenzaran a templarse, vio pasar un grupo de
periodistas con cámaras de televisión.
-¡Madre
mía! Qué jornada tendremos hoy, ¿será así todo el año?, dijo Noelia en voz alta.
Llevaba un mes trabajando en el bar del
club, desde que la trasladaron del departamento de prensa de handball, porque,
según ellos, sería útil tener en el bar a una persona como Noelia que dominaba
varios idiomas. Sin embargo, Noe estaba casi segura de que la habían sacado del
lugar porque no hablaba de manera fluido catalán. De todos modos, estaba
contenta con el traslado porque el trabajo le gustaba, tenía trato con el
público que venía a ver los entrenamientos y los partidos de categorías
inferiores y podía ver el brillo del sol o la lluvia cayendo sobre los
cristales de la cafetería. Venían muchos extranjeros, sobre todo para
competencias internacionales y ella aprovechaba su conocimiento de idiomas. En
pocos meses cumpliría treinta años. Noelia le dijo a Alí:
-Entra
mucha gente hoy en el miniestadio, será
una jornada larga.
Estaba viviendo en la magnífica
Barcelona desde hacía un año, aunque siempre extrañaba a los suyos. En
Barcelona había encontrado su lugar, un lugar negado en Buenos Aires, por
distintos motivos. En Argentina vivía pensando en el extranjero, para ella el
mundo se desarrollaba en otro parte. En Buenos Aires no había encontrado la
posibilidad ansiada de crecimiento. Noe decía que los argentinos eran un conjunto
mezclado sin identidad propia, definida, eran una mezcla de culturas, siempre a
punto de estallar; seres individualista por los abismos que tuvieron que
atravesar. En Buenos Aires se vivía aceleradamente, se corría, aunque no se
sabía bien a donde, pero se corría. Se creía que a los veinticinco años había
que tener el futuro asegurado; la obsesión por una carrera universitaria, por destacarse
profesionalmente, formar una familia y tener hijos, generaba ansiedad. En los
ochenta, la regla era permanecer en una empresa hasta la jubilación, en los
noventa, en cambio, esa meta fue desapareciendo y se pusieron de moda
profesiones como el marketing o la informática que aplastaron a los oficios
artesanales; luego, con la llegada del nuevo milenio, el ciclo cambió y la
crisis que se desató en la Argentinaobligó a las personas a practicarinclusoel
trueque.
Qué difícil se había puesto vivir así,
sobretodo para alguien como Noelia, que había terminado su Licenciatura en
Ciencias de la
Comunicación en largas cuotas, y que nunca sintió que se
dedicaría a eso. En realidad, su amor por el arte iba más allá de cualquier
título; había cursado la carrera solo para darle el gusto a sus padresque tanto
habían insistido en que terminase; ellos pensaban, como todos los de su
generación, que con un título universitario podría enfrentar cualquier
situación. Noelia les había dado el gusto pero, a cambio, había realizado todo
tipo de talleres de expresión artística. Estudió danza clásica y española,
también aprendió bailes de salón, podía bailar cualquier ritmo que se le
presentara, pero su preferido era el baile clásico. Era una excelente
dibujante. Aprendió de su abuela a tejer y de su madre a coser. Cantaba
bastante bien, y era una buena fotógrafa. Sí, en realidad ella era un montón de
nada, así lo decía una canción que Noelia entonaba para describirse. Raramente
decía que era Licenciada en Ciencias de la Comunicación y se definía como una
“polirrubro”: de cada cosa sabía un poco. Seguramente hubiera sido bailarina o
artista plástica, si no hubiese tenido que estudiar algo que no le interesaba,
aunque descubrió su pasión por la escritura. Sus monografías, presentadas en la
universidad, eran muy apreciadas y obtenía excelentes calificaciones.
Mientras Noelia pensaba en ello,
sonreía y, de repente, se encontró repasando su vida con casi treinta años, que
cumpliría en pocos meses. Cuando estudió italiano tenía un compañero de setenta
y dos años, jubilado, que siempre decía: “Esperé a jubilarme para estudiar este
idioma, porque ahora comienzo a vivir
nuevamente.” Y ella, en cambio, sentía que ya era tarde para comenzar algo
nuevo, ese hombre la doblaba en edad y estaba lleno de proyectos.
De pronto, un griterío la sacó de sus
pensamientos. Era un grupo de adolescentes que corrían detrás del jugador
estrella del equipo, un compatriota argentino pero formado en ese club desde
chico y que hacía delirar a jovencitas, adultas y maduras e, incluso, a los
hombres.
El fútbol dejó de ser un deporte para
convertirse en un show, los jugadores son amados, buscados, perseguidos y
acosados, como antes ocurría con las estrellas de rock.
-¿Sabes,
Noe? A muchos de ellos, si no fuera por el fútbol, no los miraría ni la madre,
ella sonrió con ese comentario.
-¡Eh!
No seas envidioso, algunos tienen facha y unos físicos tremendos, aunque no
sean lindos. Son los Adonis del Siglo XXI.Compartieron historias de futbolistas
y modelos y rieron con complicidad.
Los primeros clientes comenzaron a
entrar y con ellos el trabajo aumentó. Había mucho bullicio, los comentarios y
los pronósticos se escuchaban en cada mesa. Entre cortados y carajillos fue
transcurriendo la jornada.
El día fue de lo más interesante, conocieron
un sin fin de personajes. A Noelia y a Alí, les gustaba hacer conjeturas acerca
de ellos, definían, en pocos minutos, una descripción de quien daría guerra,
quién era amable, a quién se podía tutear y a quién no, a quien no le importaba
que ellos no hablaran catalán y a quien sí. La cafetería fue un desfile de
directivos. Las señoritas que venían sin propósito específico, estaban vestidas
para la ocasión, la ocasión de un desfile de modelos o una disco. ¡Cuánta
producción!, pensó Noe, me dan vergüenza ajena, porque se nota mucho que vienen
de levante.
Algunas eran periodistas o eso decían y
estaban esperando el final del entrenamiento para lograr una charla con los
protagonistas.
De algo estaba segura, en ese lugar
pasarían cosas increíbles. Un año distinto le esperaba a Noelia. Lo que ella no
sabía es que el año no solo sería distinto por cuestiones de trabajo. Ella
encontraría el amor. Su vida estaba a punto de cambiar.
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