sábado, 13 de agosto de 2016

Ventanales - Capítulo II

   Hola a todos, quisiera ofrecerles el Capítulo II de mi novela "Ventanales", ojalá les guste la historia romántica entre Noelia y Borja. Descubrirán capítulo a capítulo rasgos de sus personalidades y podrán descubrir lugares mágicos.



CAPÍTULO II
         La mañana siguiente no sería más tranquila que la anterior, todos estaban entusiasmados con el nuevo proyecto deportivo, con el nuevo presidente, el nuevo entrenador y algunos cambios en la plantilla. El equipo entusiasmaba a grandes y chicos ya que el club llevaba años sin títulos importantes y necesitaba un cambio.
         Al finalizar el entrenamiento, algunos de los jugadores entraron en la cafetería. A Noelia, que no conocía a ninguno personalmente, le temblaron las piernas.
         Eran cuatro, el arquero, el capitán y dos jugadores más. Todos salidos de la cantera del club y, por supuesto, catalanes. Ni Alí, ni Noelia se animaban atenderlos, tenían entendido que uno de ellos no hablaba en castellano por nada del mundo y que otro era el más bromista del equipo.
         A Noelia la situación la puso nerviosa, pero debía afrontarla, era su trabajo y no podían quedarse ahí parados como estatuas. Finalmente, fue Noe quien  tomó coraje y, mientras se acercaba a la mesa, iba pensando si saludaría en español o en su catalán básico. Cuando se acercó su instinto la traicionó y saludó en español:“Hola”, fue lo primero que dijo, pero al no tener respuesta, intentó algo más formal: “Buen día” y así, al menos captó la atención de unos hermosos ojos verde índico.
         Esa mirada, que duró apenas un instante, la paralizó. Ella no sabía quién era él, pero se sentía como las tantas “señoritas” que iban y venían como hipnotizadas por los jugadores. Al instante reaccionó y volvió a decir, ya en catalán:
-Bon día. Fue entonces, cuando logró captar la atención de los cuatro.
-Café amb llet, pidió el que siempre hablaba en catalán.
-Café, dijo el capitán.
-Tallat, per favor, pronunció el de la mirada tierna.
-Café amb llet, dijo el cuarto, pero agregó: corto de café y con la leche fría, no me pongas espuma y con tres sobres de azúcar.
-Okey, contestó Noelia, ya se los traigo.
-¿Qué?, preguntó irónicamente el del café con instrucciones.
-Que ya les traigo lo que pidieron, repitió Noe suavizando la pronunciación.
         Cuando se alejó, su cara empezaba a cambiar de color, tenía las mejillas rojas por la vergüenza. Mientras preparaba todo, se quedó pensando en esa mirada transparente, nunca había visto ese color de ojos, verde como un océano, chispeantes, pícaros, bien grandes y redondos como uvas.
         Se quedó toda la tarde con esa imagen, qué rabia sentía al ocupar tanto tiempo en el mismo pensamiento. ¿Por qué se había quedado colgada de ese sentimiento? Intentó pensar en otras cosas, en su clase de danza, en las tareas de la cafetería, en sus deberes de catalán y ahí fue donde su círculo se cerró nuevamente. El hechizo de esos ojos, le quitó el aliento y volvió a ocupar sus pensamientos. Al llegar a su casa, entró en internet, buscó en la página del club a toda la plantilla, aunque solo le interesaba uno. Esos ojos puros, pronto tuvieron un nombre, “Borja Carrión”, nacido en Manresa, el 16 de febrero del 1979, con treinta y dos años de edad y con más de quince en el club. Su ficha decía “soltero”, pero el mundo cibernético lo relacionaba sentimentalmente con una hermosa modelo catalana, Lourdes Tenas, Miss España y top model internacional. Noelia, cerró su notebook y se sintió una adolescente fantaseando con su rock star. ¿Qué estaba buscando? Al final había caído en una trampa, ¿por qué mirar la vida de un extraño?, ¿por qué seguir sus pasos por internet? Se dijo que el interés era mera curiosidad, mañana se olvidaría del caso y continuaría con su rutina diaria.

         Hubo mucho trabajo toda la semana. Comenzaban a jugar el fin de semana y Noelia y Alí debían trabajar el sábado inclusive. El local, de a poco, iba transformándose en el lugar de reunión de la afición. Partido tras partido, el bar se llenaba cada vez más, ellos habían mejorado la atención, la gente estaba agradecida por el trato que recibían. Todos creían que Alí y Noelia eran pareja, por la confianza que había entre ellos. Se habían conocido en el club, mientras Noelia trabajaba en el departamento de Handball.
         Alí tenía una pareja,  Ricardo, que era un artista plástico estupendo que pintaba cuadros en la rambla de Barcelona y era cantante, daba clases de música y pintura. Era cubano, pero de niño había dejado la isla con sus padres.
         Semana tras semana, la cafetería se hacía más popular y concurrida, muchos eran socios del club de toda la vida y habían visto pasar a muchas plantillas y la cafetería era como un hogar, ahí se juntaban a discutir todo lo referente al Club. Noe y Alí se habían dejado adoptar por todos ellos, logrando el cariño de la clientela. Ellos tenían carisma y respetaban las costumbres del lugar. La gente los apreciaba por haberse animado a cruzar al otro lado del mundo para buscar un futuro, una vida mejor o simplemente una experiencia. Con los meses, Noe y Alí habían acostumbrado el oído al idioma catalán, se esforzaban por hablarlo y la gente se lo agradecía. Cada uno estudiaba catalán en diferentes lugares, Noe en el Centro de Normalización Lingüistica, donde lo enseñaban gratuitamente para extranjeros y Alí con su pareja, Ricardo, que vivía en Barcelona desde los cuatro años y lo hablaba igual que un nativo.
         Una tarde, después del entrenamiento, Borja Carrión, el de los ojos brujos, Guillem Ferrant, el arquero y Joel Molla, el capitán, entraron en la cafetería, se sentaron en la mesa que siempre elegían y allí conversaron, twittearon y rieron un buen rato. Noelia, que se ponía idiota cada vez que él llegaba, se quedó por largos minutos mirándolo detrás de la barra, no admitía haber quedado encandilada por el hechizo de su mirada y de su voz,  al verlo, sentía que las palabras casi ni le salían.
         En un momento él levantó la vista y la miró. Noe sintió vergüenza y como quien pide perdón, bajó la cabeza bruscamente, sus mejillas comenzaron a enrojecerse hasta el punto de sentir que le quemaban. De repente, sintió el ruido de una silla desplazarse, levantó la cabeza para averiguar de qué se trataba y vio, para su asombro, que Borja caminaba hacia ella. En ese instante pensó en salir corriendo, pero, por suerte, su cuerpo estaba paralizado. Cuando logró levantar la cabeza, se encontró frente a él, muy cerca. Borja la miraba directamente a los ojos, ese momento fue revelador para Noe, él no sólo tenía un hermoso color de ojos, además, la mirada era sumamente transparente y expresiva, sus facciones eran muy masculinas, con la nariz recta y algo gruesa en la punta, tenía labios carnosos que invitaban a ser besados y un físico propio de un atleta.
         Noe, retuvo el aliento y él le dijo:
-¿Puedes darme azúcar, por favor?
-Sí, claro, respondió Noelia, mientras pensaba que su cerebro no le daría la orden a sus piernas para que se movieran. Sacó fuerzas y le entregó el sobre de azúcar.
         Mientras él volvía a su mesa, el alma que la había abandonado, regresó. Se preguntaba, una y otra vez, ¿por qué se debilitaba cuándo lo veía?
         Borja, con el sobre de azúcar que no necesitaba, sonreía levemente. Había comprobado que aún existía una mujer que se sonrojaba. Descubrió en aquella camarera una inocencia que había olvidado. Desde que era profesional, la conquista de mujeres le resultaba muy fácil, no porque se considerara un hombre de gran atractivo, sino por ser un reconocido futbolista, sabía que si hubiese elegido una profesión como las de sus amigos del pueblo, no tendría el mismo éxito con las mujeres. Su posición profesional y económica facilitaba las cosas a la hora de elegir; a los deportistas de élite, como él, les bastaba con que algún representante o amigo de la noche le consiguiera el teléfono de la dama de turno. Su hermana Carmina, que era mayor, siempre le echaba la bronca por eso. Odiaba a las que pertenecían al mundo de la farándula, porque decía que estaban a su lado para hacerse conocidas.
         Él sabía que la tentación era muy grande, con ir a una fiesta, podía elegir a quien quisiera: modelo, bailarina, periodista.
         Cuando se sentó, Borja levantó la vista y la miró una vez más, ella no se animaba, no tenía el estereotipo actual de belleza, como el de una modelo. La de la camarera era una belleza imperfecta, aunque muy atractiva y Borja, no sabía si eran sus grandes ojos negros, dueños de una leve pero notoria melancolía, su largo pelo oscuro, prolijamente recogido para trabajar en la cafetería o sus delicadas manos, lo que le gustaba de ella. Percibía algo que lo atraía, quizás era su perfume, que no reconoció entre las marcas importadas, pero que tan deliciosamente se sentía. Nuevamente sonrió para dar por cerrado el tema, nada en común tenía él con la camarera, ni siquiera conocía su nombre, solo sabía que era argentina porque reconocía su acento, algunos de sus compañeros de equipo también lo eran y hablaban de la misma manera.
         Guillem, el arquero y uno de sus mejores amigos en el club, notó que estaba distraído, así que tomó su teléfono y twitteó en la cuenta @guillemferrant:
¿Alguien ha visto el cerebro de Borja? Tengo a mi lado solo el cuerpo.
         Cuando Borja recibió el aviso del mensaje en su teléfono, reaccionó y le dijo: ¡Qué borde eres, tío!
         Los tres se levantaron, se acercaron a la caja a pagar y se fueron.
         Al finalizar la jornada, Noe y Alí salieron juntos, ella le contó lo que había pasado y, entre risas y bronca, reconoció que ese hombre la desestabilizaba, que hacía tiempo que no se sentía atraída por alguien de esa manera. Luego de sufrir un desamor muy importante, hacía ya dos años, a ella le costaba volver a reiniciar una relación, había tenido algo sin importancia en este tiempo, pero no conseguía sentirse plena. Aquel hombre, tan masculino, lograba atraerla. 
         Una mañana, después del entrenamiento, Borja entró a la cafetería del club con su novia Lourdes, se sentaron en una mesa alejada y cuando Noelia se acercó con un nerviosismo que se notaba desde lejos y con el estómago hecho un nudo, saludó a la pareja sonriendo, como lo hacía con todos los clientes. Vivió una situación difícil porque la modelo, casi dándole la espalda, le dijo en catalán:
- Res.
- Perdoname, no te escuché, le dijo Noelia.
- Y tú, ¿quién te creéis para tutearme a mí?, soltó ella por encima de su hombro.
Noe quedó inmóvil junto a la mesa, como una niña a la que reprimían, y sus mejillas enrojecieron al instante, casi sin saber qué decir, miró a Borja, que miraba a su novia desconcertado y le dijo:
-Cariño, la camarera no te ha escuchado pero no te ha querido faltar el respeto. Luego mirándo a Noe, habló:
-Un cortado, por favor y nada más. Tuvo la delicadeza de pedírselo en español, como queriendo reparar el mal trato y la soberbia de su novia.
         Noe se fue furiosa a la barra, le hubiera gustado contestarle a esa engreída, que, por linda y famosa, se creía con derecho a tratar de esa manera a la gente. Pero no quería problemas con nadie y no podía arriesgarse a perder el trabajo. Era la primera vez que alguien la trataba de esa manera, imbéciles existen en todas partes, pero justo tenían que tocarle a ella y justo tenía que ser la novia del hombre que la  atraía. ¿Lourdes se habría dado cuenta de lo que sentía Noelia por su novio? No lo creía pero, de todos modos, ¿qué le preocupaba a esa mujer con toda la belleza que tenía? Su novio no se fijaría en Noelia, no existía esa posibilidad.
         Alí, la miró y no entendía por qué Noe preparaba con saña un simple cortado, se había empecinado en golpear el filtro del café sobre el cajón de descarga. Le pidió a él que llevara el cortado a la mesa, porque sino se lo pondría de sombrero a la jirafa engreída.
         Noelia quería desaparecer, sus nervios estaban crispados, no soportaba ni su propia respiración, estaba alterada y sentía una mezcla de decepción, rabia y frustración. Aquella mujer la había tratado tan mal, y había bajado su autoestima que tanto trabajo le costaba  mantener en equilibrio.
         Cuando la pareja estaba retirándose del lugar, Noelia fue hacia la cocina, no quería verle la cara a la jirafa, pero, sobre todo, no quería verle la cara a Borja.
         Al terminar la jornada, que para Noe fue insoportable, se marchó al Centro de Normalización Lingüistica, donde tomaba clases de catalán. Viajó intentando concentrarse en las canciones del Nano ya que amaba a Serrat desde siempre y aprovechaba sus canciones en catalán para practicar el idioma.


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