Fernando manejaba el camión de repartos de la fábrica de plásticos de su padre. No era dueño de un atractivo que dejase boquiabiertas a las mujeres pero era simpático y muy seductor, nada tenía que ver con Ángela, ocho años mayor que él, regordeta y con una cara difícil de calificar. La nariz, (un capítulo especial), tenía la punta hacia abajo, levemente torcida y lo más impresionante era la verruga instalada en uno de los laterales. Su piel, no denotaba salud y la rosácea en sus mejillas hacía que siempre luciese como una mamushka. Ángela no poseía ningún atractivo físico, pero eso no hubiese sido importante, si hubiera tenido alguna gracia que la iluminase, era antipática y muchos opinaban que era producto de la timidez, era soberbia (quizá para tapar un complejo de inferioridad) y de un carácter poco amigable, acá no había justificación que la ayudase. En la familia de Fernando aún no sabían cuál era el atributo con que logró enamorarlo.
Se conocieron una noche de carnaval, en la ventosa Necochea, mientras Ángela atendía la pizzería familiar. Él intentaba reconstruir su vida amorosa, luego de largos años de un turbulento noviazgo con una atractiva bailarina flamenca donde el engaño fue el principal actor en la historia.
Fernando y Ángela llevaban conviviendo un año, ella dejó la pizzería para radicarse en Pilar, junto a Fernando. No había trabajado más desde entonces. Hacía algunos arreglos de ropa para los conocidos de la familia. Él le había dejado bien en claro que no quería que trabajase fuera de su casa. En realidad, tampoco tenía vida social, no había sido una imposición, pero su carácter, tampoco ayudaba a relacionarse con nadie que no fuera del círculo intimo, ni siquiera se compraba ropa sin la supervisión de Fernando, del guardarropas se excluyeron los jeans y las minifaldas, que ella tan orgullosa y lamentablemente llevaba en Necochea. Claramente Fernando estaba convencido de haberse enamorado de Jennifer Aniston, según él, no sentía celos, sentía desconfianza de los otros hombres, inseguirdad, miedo, engaño, paranoia, veía sombras donde existían luces.
Una soleada tarde de domingo, mientras estaban reunidos en la quinta familiar, anunciaron los planes de casamiento. El entorno de Fernando ayudaría en toda la organización, obviamente, excepto en el vestido de novia. Ella se ocuparía personalmente del tema.
En su dormitorio tenía una silla colmada de revistas de novia y una agenda que guardaba en su valija que estaba encima del ropero. Comenzó a salir sola a los negocios de telas y a visitar modistas. Las peleas no se hicieron esperar, rápidamente formaron parte de la cena. Fernando quería que la madre o alguna de las dos hermanas la acompañasen a hacer sus compras. Ante la firme negativa de Ángela, y alentado por su familia, Fernando comenzó a seguirla, a veces con sombrero y piloto, otras, con buzo deportivo y capucha. La rutina era casi siempre la misma, llegaba a la estación de tren, entraba en el locutorio, hablaba unos veinte minutos por teléfono, caminaba por el centro, entraba a una casa particular donde la atendía una mujer mayor, recorría mercerías y se volvía al tren. Pero, ¿Por qué usar un teléfono público si ella tenía celular? Fernando decidió no decirle nada y seguir con su vocación de detective. Contó con la ayuda de su hermana mayor para turnarse en la descabellada idea de seguir a Ángela hasta tener una prueba fehaciente de su engaño.
Una tarde de espionaje, mientras Fernando miraba desde la vereda de enfrente del locutorio, se encontró con su ex novia, él, nervioso por ser descubierto por Ángela, se fue del lugar rápidamente con la ex. Ese seria su plan, vengarse de las dos mujeres que lo habían hecho infeliz en el amor. Quedaron en encontrase a la semana siguiente, ella parecía dispuesta a vovler a empezar la relación, se le notaba en los ojos. Almorzaron juntos y luego pasaron la parte en un hotel alojamiento, casi cuando se estaban yendo, él le confesó que se casaría en unas semanas y la dejó ir. Luego, volviendo al centro, vio caminar del brazo de un alto, rubio y muy agraciado hombre a su novia Ángela, los siguió hasta la cafetería, él se sentó lejos para que no lo viesen y entonces escribió un mail a Ángela contándole su encuentro con la ex novia y confesándole que lo habia hecho porque sabía que ella lo engañaba. Al rato, mientras terminaba su gaseosa, vio que Ángela y el apuesto hombre se levantaban y se marchaban, ella al verlo se sorprendió y con alegría le dijo:
-¡Qué suerte que te encuentro!, quiero presentarte a mi hermano que vino del exterior.
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