sábado, 17 de agosto de 2024

El Sueño Olímpico: Un Viaje Emocional que NO Termina

A una semana de haber terminado el sueño olímpico, ya estoy pensando en encender la próxima llama. 

No estuve en la Villa Olímpica ni competí en ningún estadio, pero si hablo en primera persona es porque, de alguna manera, lo sentí propio. 

Cada cuatro años los Juegos Olímpicos se convierten en una experiencia tan personal como global, donde el espectador también es parte del equipo. Se transforma en cómplice de las hazañas y en eco de las emociones.

Durante esas semanas, sufrí, alenté, grité, lloré (de alegría y de tristeza) y aplaudí de pie a propios y ajenos. Sentí la misma fatiga muscular que los deportistas, sus nervios y sus emociones. A través de la pantalla, me conecté con la soledad y el abandono de quien, tras cuatro años de preparación, ve su sueño desmoronarse por un error. Pero también compartí la inmensa alegría del que, contra todo pronóstico, logra alzarse con el oro.

Bailé con las gimnastas, salté con los atletas, rematé con los voleibolistas, emboqué con los basquetbolistas, remé con los remeros, goleé con futbolistas y hockistas, tackleé con los rugbiers, bloqueé con los judocas, pegué con los boxeadores, nadé con los nadadores, pedaleé con los ciclistas y corrí con los maratonistas. Canté nuestro himno con un nudo en la garganta y lágrimas asomándose por mis ojos. Soñé varias veces con ser una de ellos.

Así son los días olímpicos, plagados de emociones, de sueños, pero también de sacrificios y de disciplina. Nos enamoramos de la victoria, pero desconocemos el proceso. Queremos la recompensa, pero ignoramos el esfuerzo. Sin embargo, los Juegos Olímpicos no solo nos recuerdan la gloria del triunfo, sino también la belleza del intento, la importancia de cada paso dado en el camino hacia la meta.

A medida que la llama olímpica se apaga, queda en nosotros una chispa que no se extingue, una esperanza que se renueva. Porque, aunque los Juegos terminen, el espíritu olímpico sigue vivo en cada uno de nosotros. Y mientras aguardamos la próxima ceremonia de apertura, seguimos soñando con ese momento en que, una vez más, la antorcha ilumine el cielo y dé comienzo a nuevas historias de lucha, superación y gloria.




Es en ese sueño compartido donde reside la verdadera esencia de los Juegos Olímpicos: en la capacidad de unirnos, de hacernos sentir parte de algo más grande y de recordarnos que, al final, todos somos atletas en el juego de la vida.

Solo deseo que nuestro deporte sea considerado como prioridad en la agenda de quienes administran nuestros recursos. El deporte necesita planificación a largo plazo, apoyo financiero, estructura edilicia y sobre todo compromiso real y sincero de dirigentes y políticos porque talento y deportistas ya tenemos.

Gracias infinitas a todos los deportistas que entregan su vida desde muy chicos.



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Gracias por leerme. Soy Karina Almada, corresponsal de la vida desde El Mojinete del Rancho para todo el mundo.

Hasta pronto.

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