miércoles, 27 de agosto de 2025

Abel Pintos, Gracias a la vida + acústico: Intimidad y emociones

 

Por Karina Almada


El Teatro Alvear no es un lugar cualquiera para un concierto; es un refugio donde las emociones se condensan y el silencio mismo se vuelve parte de la música.

Abel Pintos ofreció una serie de veinte conciertos acústicos, un ciclo dedicado a su último EP Gracias a la vida, que ya desde el título prometía un encuentro cercano con la música que marcó su historia personal y profesional.

Fui testigo de unas de esas noches mágicas que nos suele regalar Abel cada vez que se sube a un escenario. Y, como era de esperar, la sala vivió un espectáculo que no solo llenó butacas: llenó corazones.

Desde el primer instante en que Abel pisa el escenario, se percibe que no entra simplemente a cantar sino que lo habita: su mirada, la respiración pausada antes de empezar, la manera de dejar que cada nota se filtre en la sala. Todo provoca que el público se incline ante su presencia.

No hay grandilocuencia ni gestos forzados. Lo que hay es magnetismo, esa rara habilidad de transformar un teatro de más de ochocientas personas en un living compartido, íntimo y cálido.

El ciclo acústico —cuyo concepto parece ser algo pequeño— ensancha al artista en lugar de achicarlo. En el escenario, Abel estuvo muy bien acompañado de una pequeña orquesta de grandes músicos, ellos son los artífices que sostienen cada canción con precisión y sensibilidad: Ariel Pintos y Marcelo Predacino en guitarra, Alfredo Hernández al piano, Daniel Castro en bajo y José Luis Belmonte en percusión. A ellos se suman invitados especiales como Patricio Villarejo (violonchelo), Andrés Hojman y Kevin Naranjo (violines), Pablo Aznarez (violín) y Sandra Vázquez (armónica).

El repertorio del concierto empezó con los siete temas del último EP de Abel Pintos. Aunque no hayan sido escritos por él -confesó que le hubiese encantado escribirlos- son grandes clásicos que forman parte de su vida: “De repente” de Soraya, “Creo en ti” de Mónica Vélez junto a Reik, “Soy tuyo” de Andrés Calamaro, “Me dediqué a perderte” de Leonel García, “No” de Shakira, “Eres” de Café Tacuba y, por supuesto, la joya que da nombre al trabajo, “Gracias a la vida” de Violeta Parra. Los temas se escucharon como si fuesen nuevos; versiones que no parecen covers, mérito del cuidado de Mateo Rodó en los arreglos y del trabajo de Nano Novello y Luis Burgios en “De repente”.


La magia también estuvo presente en los momentos de acercamiento con la platea. Cuando Abel se paró en el proscenio para cantar
Una vez más, el público se transformó en un coro espontáneo, compartiendo la emoción con él. En La llave, acompañado solo por guitarras y violines, el artista se convirtió en maestro de coro y conductor de un ritual colectivo que dejó la sala vibrando. Las interpretaciones de Cómo te extraño y Pájaro cantor marcaron un clímax de sensibilidad que parecía flotar en cada butaca.

El cierre fue otro nivel de intimidad y reverencia: El antigal, de Daniel Toro, interpretado a capella, permitió que la voz de Pintos se fundiera con la historia y el dolor de los pueblos originarios, logrando un silencio absoluto y una emoción contenida a punto de estallar. Fue un tributo que confirmó que Abel no solo canta canciones; las vive, las respira y nos invita a sentirlas con él.

Gracias a la vida no es solo un álbum nuevo, ni estos veinte conciertos fueron solo funciones:  fueron encuentros con la música que nos atraviesa, con la historia de otros artistas y con la propia historia de Abel Pintos. Es un recordatorio de que la grandeza también cabe en la cercanía, que la emoción puede ser potente sin estruendo, y que a veces todo lo que necesitamos es una guitarra, una voz y el instante perfecto para sentir que estamos exactamente donde queremos estar.


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Hasta la próxima.

Soy Karina Almada, tu corresponsal cultural desde El Mojinete del Rancho para todo el mundo.